Bajo la atenta
mirada de la luna
estabas tú.
Ibas descalza,
vestida con harapos
y soñolienta.
Así te vi,
gitana de mis sueños
y me gustaste.
Nada te dije
porque era muy cobarde
y me oculté.
Diste unos pasos
mirando hacia la luna
y sonreíste.
Luego, sin prisas,
tus pies dieron mil giros
para bailar.
Y yo entendí
que el baile era sagrado
para la luna.
Unas estrellas
temblando, se asomaron,
a ver tu danza.
Y me enseñaste
la esencia de la vida,
sin darme cuenta.
Y allí te amé,
como aman los poetas,
forjando un sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/10/22