David Ortiz Ramírez

Al vicio

Viejo consumido,

esclavo de sus vicios.

Su ansiedad es un castigo,

y sus penas, un suplicio.

 

Anda por la calle

sin rumbo aparente,

tan solo esperando

que lo escuche la gente.

 

Con cansancio comenta

no merecer esta lección,

olvidándose siempre

de su libre elección.

 

Se mira al espejo

y comienza a sollozar,

pero es demasiado tarde:

el tiempo no ha de regresar.