Aquí, en este centro puro y lleno de vivas llamas
donde se enardecen los cadáveres de antiguas lluvias
convirtiendo el país en un azote impío y rectangular,
donde fructifican los sueños con una lápida encima, bruscamente.
Y buscas, y te encuentran; los sabios de la madera y de la resina,
los aparatosos incendiarios del soplo en una avenida, con la mano
siempre dispuesta, al antojo de un silencio que se hace unánime.
Dulce, la materia se transforma, y viaja por túneles amplios,
fosas comunes, viento perpendicular que emite
sus destellos en los huesos, silbando dentro, serpiente enroscada.
Millones de cabezas y de mentes separadas,
surgiendo de la medusa insaciable, reptando hasta el abismo,
oliendo a ceniza empapada de gasolina, abandonando cuerpos,
como niños desesperados a las puertas de la mayor gloria de Dios.
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