Tras la lúcida ciudad
Despampanante y estrambótica
Luego del campanario bajo el que descansan las botellas de vidrio,
En las que se decanta el frágil sorbo de paciencia...
El licor embriagador de la dulzura a tientas,
Envenena tu alma de delirio,
El deseo intenso del murmullo diabólico...
Echando todo a perder,
Omnubilando imágenes atónitas
Empañando cristales de anteojos sucios
Roídos por el paso del tiempo particular...
Los cuales abstraje en un momento musical
De polvo, humo, casettes y vinilos...
Tintura la alfombra y mis poros,
Hazme hombre con recargada sobre mis hombros mientras veo tus ojos...
Tan ilúcidos...si es que existe esa palabra...
Tan ilógicos...
Tan ridículos como creer que existen amores perfectos