De mano muy sacra, valiente soldado
lanzaste con hado tu dardo letal.
Supiste que el hombre contempla el acero
y a aquel forastero bajaste su mal.
La piedra en defensa fue toda una fronda,
divina y redonda pintada de azul;
también fue una fiera que dijo: «¡Andrés Castro!»,
con este alabastro derrota al gandul.
«La voz del silencio» tumbó la vanguardia
y la retaguardia del gran invasor.
Así, las trincheras vetaron batallas
de aquellas metrallas que daban pavor.
De pronto, se dijo lo vil del recinto;
allá en San Jacinto fue que esto ocurrió,
y grita un soldado de sangre muy fiera:
¡«azul» la bandera que Andrés defendió!
Samuel Dixon