UN AYER GRIS
Ayer estuve triste.
Ayer y muchos ayeres donde me perdía
entre los pliegos de los grises y encogido
en la corteza de no saber porque llegue ahí
ni entender porqué se derrumbó casi todo.
Es que a veces nosotros, no somos los mismos
nos miramos en la orilla y no reconocemos el brillo
o quizás ya no exista esa lumbre y la negación,
sea la nueva cara de las mañanas y además
la música de ayer no se escuche igual
nos sumerge en los túneles de las preguntas.
Ayer y otros ayeres
sumaron una pared peligrosa
donde daba miedo apoyarse
porque tenía el latido del peligro
y el mango del látigo.
Ayer y otros anocheceres,
la almohada no protegía,
no era un pedazo de jardín con tréboles.
Pero fue ayer…
Y de pronto se detuvo el tiempo.
Surgió la magia del detenimiento
y en una anodina frontera temporal
comenzó a crujir algo del otro lado
y una tenue lucecita fue venciendo el azabache
y yo que ya no quería estar,
comencé a llorar
a sacar como una vertiente
todas las lágrimas contenidas
y en la inexactitud del desconcierto
la aridez de ese desierto
dibujo una colina lejana
Y supe o presumí que hacía allí…
recuperar el que alguna vez fui.