Estoy en tu mirada y en tu tiempo
en los brotes del rosal y la nostalgia
en el milagro que no fue, en la memoria
y en ese tremendo instante que nos sepultó.
Todo habría sido distinto si mi mano
en ese largo crepúsculo de vanidades
como una muralla contra el viento estéril
hubiese impedido el fracaso y la tragedia.
Entierro mi rencor en esa amarga noche
porque aún sigo creyendo en las auroras,
en los altares y en los vientos que sanan
y poder darle luz a la oscuridad del ego.
Riego cada día con la inoxidable rebeldía
este angosto surco que discurre presumido
para poder ser rio y magnifico estuario
y poder ser al final, un horizonte diáfano.