—Yo quiero robar tu voz y guardarla en una cajita - como de música - y cada vez que quiera escucharte, ponerla como si fuese una melodía...
Mencionó de repente ella, casi no logrando contener su risa, mezcla de sones bahianos nacidos de antiguos lamentos esclavos.
Y mientras él encendía su medianoche, a ella se le apagaba la tarde.
—Mi voz, nace de las notas de todos tus tiempos posibles conjugados por tus porvenires pasados, de tu muñeca esperando, y de este minucioso mecanismo mío de rimas, cada vez que tú, giras la llave...
Respondió el poeta, mientras lacraba un poema con lacre de colores azules y blancos.
Y todo fue silencio.
Su voz - de pronto - lo había abandonado.
Claudio M. López ®️
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