En la fría indiferencia me recuesto,
al contemplar el paso de las horas
y me pregunto;
¿Dios por cuánto tiempo?
Puede sobrevivirse entre las sombras.
Es un puñado de tierra en los ojos,
una pedrada que rompe la sonrisa
es caminar sin prisa sobre el fuego,
los retazos del amor que vuelan en la brisa.
Es más que eso, es dejar la vida,
es enterrar de plano el pensamiento
una burla brutal y desmedida,
fría amenaza de desplomarse el cielo.
Fieras ocultas tras un bello plumaje,
garras asoman bajo pañuelos de seda
navajas que destrozan la garganta,
es la maldad solapada, siniestra.
Ojo; guadaña en mano va el jinete
que con sangre caliente se alimenta
cruzo la eternidad
y ha encontrado un lugar donde probar la suerte.
Avanza en la campaña el delirio,
atemporal cubriendo las llanuras
con su falsa fachada de genuino,
pisoteando los sueños y las dudas.
Se levanta en el mar una ola inmensa
almas errantes, dolidas, de carnes insepultas
se detuvo el viento en un instante y ante los ojos incrédulos;
un arranque de ansias por sobre el malecón, unánime suspiro
que escapa del fondo del mar y hace ondear las banderas del futuro.