Nacieron de los dos los dulces sueños
que fueron del amor la luz eterna;
y juntos compartimos el deseo
que ardía tan candente en nuestras venas.
Se oyeron esa noche violoncelos
tañendo la pasión de fuego llena;
que hacía con sus mágicos arpegios
que un mundo de esperanzas floreciera.
Ahora aquel instante lo recuerdo
mirando el firmamento con tristeza;
y pienso cometimos sacrilegio
al dar por terminada nuestra fiesta;
que fuera de pasión un universo
bordado de románticas estrellas.
Autor: Aníbal Rodríguez.