El invierno llegó con su fría crudeza,
con más crudeza que otros años,
pero siento que el frío no me quita
el deseo de exponerme a su rigor.
Están allí las ramas que parece
sólo están para que el pájaro se apoye
y que en ella cante por costumbre
o tal vez diciendo lo que no llego a entender.
No entiendo, pero es muy placentero,
como lo es poder ver entre las ramas
ese cielo que antes no veía
y que hoy ni esconden a ese pájaro
ni impiden que me toque el sol.
Es invierno y lo siento en mis espaldas
aun abrigadas por mi poncho,
porque hay otro frío acompañando
a este invierno que a la rama ha desnudado.
Y así como puedo ver al pájaro y al cielo
tras las ramas que han perdido sus hojas,
puedo advertir también por lo vivido
armónicos sonidos y brillos singulares
que solían ser por mí ignorados
en la vorágine de todos los veranos
tan llenos de hojas y tan en sombras.
Hoy veo a las ramas y parece que están sólo
para que el pájaro se apoye… Pero sé que no.
De mi libro “De esas letras pendientes”. 2018 ISBN 978-987-763-836-3