Ben-.

A ella. En la distancia-.

Yo soy como cualquier otro.

No me ves? No, acaso no me veas.

Pero lo soy. Nada me diferencia

del que utiliza el estropajo. Del que

revisa sus matemáticas frente al espejo,

suavísimo, noble. Del que mueve

montañas, o asciende, curvado,

la ladera quemada de los siglos.

Del que canta cerca de su cabaña,

alimentando rumores, cercándose

de palomas. Mi cuerpo, mis manos,

que no te rozan, rozan, sin embargo,

trozos de tu piel. Herida y maciza,

como un papel deslumbrado. Y

ando, muchas veces, casi todas de hecho,

cabizbajo, roto, asimilado. Y quizás

me parezca a ti, y quizás a nada.

Sí, también me faltan lecturas.

Y brillos y destellos y albas.

Mas no creo imposible el diálogo

entre dos hombres, crecidos ambos,

mucho, con barba poblada.

Me asciende la herida y lo cercano.

Lo que, remanso sobre piedra, descansa,

suave, en mi mano. Lo que remato

y sirve de júbilo, a los que acarician

del arroyo, las aguas.

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