Si no te frenas, simiente del cedro:
si no detienes por fin tu vuelo,
si no decides dónde asentarte en la arena del suelo
y comenzar a arraigar en el movedizo médano,
ningún bosque de cedros crecerá,
y la arena seguirá corriendo:
no corras más, no quieras seguir eternamente al viento:
su carrera no tiene destino final,
y perderás tu sentido.
Debes alzarte, fijar tu raíz, arraigarte,
y poblar de cedros esa porción del mundo que elegiste.
Entonces detendrás el médano, y cantarás la canción del viento.