Me llamo a mí mismo
en esta soledad incontestable,
en este invierno de años y luces,
en este devenir del calendario mudo
e insondable,
me nombro tierra, árbol, vida,
me grito silencio del silencio
y no salgo del mutismo.
Me diluyo entre todas la manos,
me dejo en libertad del cielo
y del cielo sueño lo mismo
cada tarde y cada instante,
me hago noche del tiempo,
me nombro viejo,
acabo llamándome hombre
sin frontera,
sin palabra,
sin sueño.