Aquí, en la gran ciudad,
donde la gente
camina sin piernas,
donde saludan sin voz,
aquí en esta ciudad
de amor ausente y sol,
aquí, entre maleza de plástico
y febriles palomas sin hogar.
Aquí voy dejando las particulas
que me enjendran con mi adn, desgarrador a veces,
aquí prominente entrego
el sablón y engullo la palabra.
Los pinos se molestan por la lluvia,
son piceas de mentira
y los patos..
Los patos te miran de frente
como si el pico fuese
un ojo gigante,
para recriminarte
lo invecil que eres.
Aquí, en esta urbe que no duerme,
en este laberinto
que a veces te lleva
por libre a la muerte,
escucho yo la paz
que susurra tras el puente,
¡déjame! Si quieres irte vete,
pero no te me ofrezcas fácil y riente,
si me abandonas,
no te muestres
tras el cristal trasparente
que me enjaula y destroza.
Aquí, aquí en esta ciudad
que jamás duerme,
aquí en este océano de piedra
y parques de juguete.
Aquí vengo a entregarme
como se entregó Jesús,
pero yo, yo no soy ÉL.
Yo no confío en resurreciones
ni me agarro férreo
a la ilusión del viviente.
Está cayendo la tarde,
y es mi alma la que se oscurece.
El día queda acreditado
en su juramento hipocrático,
que volverá a ser claro
(en un tiempo prudente)
en apenas doce horas,
pero yo, yo no prometo
ni con juramentos
ni con cruces y besos
que otra vez sea luz,
ni que mi alma brille,
con la paz que se burla
escondida, acechándome,
y ausente...