Las nubes me han cerrado el invicto brillo del sol,
ando caminando con sed, desahuciado del vino,
me arrastro con hambre despreciando los cenáculos,
consumo de igual modo la ceniza que los manjares.
Otra nube más me oculta el desesperante lumen del sol,
otra pena callada se une a mi procesión de claroscuros,
se suma otro recuerdo más al repique de los caídos de la vida
y por mí piden oraciones los viejos al toque de difuntos.
Nuevamente vuelvo a sentir esa sensación de ya no ser ni estar;
ante Dios solo me resta pedir compasión casi pordiosera y miserable
para no ser nuevamente ánima que en pena por los caminos sigue errando
pidiendo padrenuestros por su condenada alma.