Irse
en un crepúsculo
de otoños vencidos
de narices agotadas
de laúdes incesantes,
contra todo pronóstico,
reservarse un espacio
de acíbar, de hollín.
Irse
en la lentitud del buey
en la dignidad del dolor
en la cúspide del áspid
en la laxitud del ángel, invicto.
Irse
meteorito fugaz
efímera melancolía y
tras la despedida
sonarse los mocos,
partir tras un poema-.
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