Mi palabra no fue escuchada,
oh quizá no la pronuncié.
Era como caminar entre sombras,
con las manos vacías,
y los labios sellados,
caminar por una recta interminable
que marcaba la distancia
sin señalar ningún punto de llegada.
Era como sentir el frío de un corazón que no late,
como tocar las piedras en la oscura noche,
o asesinar las flores con la llegada del alba.
Caminaba en el fango,
como buscando caminar en el polvo,
marcando puntos negros con cada pisada,
en un camino que se estrecha,
con el transcurrir de los años.
Y ya no hay hora, y ya no hay días,
de pronto es tarde
y se está, con las manos vacías.
Transitaba por la campiña desolada,
bajo un sol que no arde, junto a flores que mueren de frío,
regresando a lugares que ya no conozco,
indiferentes ante el peso del destino,
como doblegado por súplicas medrosas,
de un hombre necio que clama fe,
sin siquiera creer en el mismo.
Voy camino atrás de la luz,
procurando amor entre sombras,
como lo que nunca fue mío,
como fuego subterráneo que no arde,
procurando un futuro opresor,
con el orgullo delirante del desierto,
que consume y arrebata,
dejando las venas secas.
Y la mirada sin alba
Mi caduco linaje llega al apogeo de su tiempo,
con la suma de años muertos,
ansiando la mágica libertad de los campos,
reflejados en tu pecho liberado,
como lugar y nacimiento para renovar los latidos,
voy caminando hacia ti, erguido,
sabiendo que no soy hombre,
si no estoy a ti y a tu mano, asido.
Mi palabra no fue escuchada
aunque sí la dije,
voy hacia la ceniza mojada,
en el prodigio de tus labios,
sin azar, sin acaso,
en la certeza de tu mirada
de tu cabellera inocente
que será por mí, liberada.