Antes que el canto del mar profundo
emerja triste en las cuencas del alba
y viaje con la montura de la brisa
sobre las dunas que esconden la planicie.
Antes que el hombre juntara gotas en los surcos
que hacen crecer el vientre donde yace celosa
la memoria y sus balcones del devenir incierto.
Antes que ese roble al costado del camino
espere paciente tu llegada, otra sangre latió
solitaria y muda, anhelante y soberbia
sin importar que algunas llagas aun no sanen.
Ya falta poco, casi nada para dejar este desierto.
Ya nada queda por perder, el rencor se ha robado todo
entonces hoy que parece un ayer gris y opaco
con lo poco que nos queda sigamos andando.
Habrá en algún rincón de este mundo crispado
dos sillas vacías y una mesa despejada
una luz que se presume más allá de la bruma
y un techo sin estrellas ni lechuzas acechando.