Toda palabra está mal dicha
toda palabra es innecesaria
como despedidas forzosas
como costumbres inventadas
Existen correcciones que necesitamos
recordar que merecemos el exilio
reconocer la negación de los primeros días
en la confusión que se expande en tus heridas
Todo lo innecesario nos domina
somos los hijos de una necesidad mortal
alimentamos el dolor que no decidimos probar
y es justo el alimento que ignoramos
Nunca aprenderemos a vivir
nuestras frentes mantienen el reflejo del vicio
y entonces qué hacemos con la vida
qué función despreciamos ante el dolor humano
Mejor es pensar en la muerte
no invocarla para que sea pasajera
tan solo para que nos enseñe
cómo se destilan las pasiones más amargas
Si mantuviéramos las antorchas encendidas
olvidaríamos como llegar
y daríamos por hecho la venida de un nuevo despertar
que ahora nos acecha