Cien fantasmas flotan enredados
a oscuras voces
que hacen del silencio un insomnio
redondo y minutero;
Sobre los sueños en gestación
el destino sonríe a gotas,
con ánimo de burla, aplastante,
en símbolos de encarnizados peregrinos
y frío metalúrgico.
Es el juego de la naturaleza
en cada ciclo,
en el movimiento celular de todos
los instintos grises
que se arremolinan cuando escribo
con un poco de esquizofrenia
entre los ojos
y otro poco de ansiedad entre los dedos;
Este escrito solo es un sutil balbuceo
de los sueños
-que se aparean con la soledad-
cuando todo parece deslizarse
por la suerte del destierro
y con una última mirada
puesta en el crepúsculo;
No sé si me sumerjo en la noche
o la noche se sumerge en mis ojos,
pero cada día el café
es un mar oscuro y amargo
desbordándose
con todos sus presentimientos
de viejo tiempo,
y va pasando atestado de voces,
de rostros felices, pero muertos.
¡Oh Dios mío!
¡Más humano te haría más unánime!
Yo sé que mi presidio es una elección
porque ya no espero a nadie.
¿Porque, entonces, tengo a mi vacía
mesa esperando?
¿Porque mi piel es una corteza
que amanece muy sediento?
Salgo lentamente, al caer la noche,
y todo el cielo es un manto luces
como de vidrios rotos esparcidos,
sobre el cual va mi memoria;
Salgo, recorriendo en líneas sangrantes
la vida que me han sembrado
y que hoy es un espejismo
donde cabalga la injuriosa soledad.