Te conozco como la palma de mi mano,
Se que lo que piensas no es nada sano,
Tambien te has encerrado en tu habitación,
Sientes que la vida es como un callejón
Sin salida, también te duele esa herida
Que otros te hicieron, has sentido cálida
La compañía de la cerveza o de un cristal,
Aunque sabes que es un vicio mortal.
También yo he cargado con el auto rechazo,
No sabía dónde ir y he vagado descalzo
Por la calle, buscaba una respuesta y no llegaba,
Solo me lastimaba: “lo merezco” pensaba,
También yo lloraba hasta dormir, cada noche,
Fui un tonto y frente al espejo me reproche,
No entendía nada, solo cargaba rencor,
Me olvide de todo, de mi propio amor.
Y luego.....
Decidí levantarme cambiar por mi,
Estaba tan ciego que no ví,
Que había gente que siempre me ayudó,
Que me escucho cuando ni yo lo hacía.
De ahí conocí el kintsugi.
En las cicatrices también hay belleza.