El maná descendió puro del cielo
llevaba en sus espaldas la madera
regando el polvo de la calavera
con su sangre producto del flagelo.
Al expirar rasgó del templo el velo
para que acceda al Trono quien quisiera
con el alma contrita como cera
derretida ante el fuego del consuelo.
Bendito amor sagrado y sin mudanza
entregando su vida hasta la muerte.
Cómo no he de rendirte mi alabanza
si me salvaste de una triste suerte
cuando estaba perdida la esperanza;
mas dijiste: ¡he venido a protegerte!
¡Espero un día verte
y correr presuroso a tu regazo
entregándote todo en un abrazo!
W.M®