Necesitó beber el pensamiento
y desechando la frescura de surgentes
bebió agua de ancestros y se sació en su prole.
Y hubo de nutrirse el sentimiento
y apartando sentires muy profundos
se sustentó en emociones de raíces hondas
y en el follaje crecido de sus ramas.
Pareciera que el pensar y el sentir del propio ser,
no requieren siempre del saber lejano
o de sentimientos ya vencidos o perdidos,
sino de esos códigos genéticos atávicos
y cuidados con esmero por la sangre
y que llevan en sí una proyección de inmensidad.
De mi libro “De esas letras pendientes”. 2018 ISBN 978-987-763-836-3