Anne Black

El dilema

El dilema entre permitirse sentir y no sentir, genera furia en ella misma. Es que cuando se entrega la acompaña pensamientos contrarios y pierde las ganas de creer en un hombre.

Es un llamado de auxilio que grita su delicado corazón, sin embargo no tiene el valor necesario para intercambiar lugares con alguien mas; teme ser roto.

El dilema comienza a hacer presión en su pecho, corta su respiración y no suelta; no quiere ser herida, no quiere ser burlada.

Ella aún no lo sabe, pero aquel hombre ha invadido en su mente, se ha apoderado de sus sueños, en tan corto tiempo. Ella comienza a quererlo.

Se repiten las escenas; entregarse, desconfiar, entregarse, desconfiar y finalizar sin concretarse; El dilema continúa...

Ella echa de menos su ausencia y se consuela con el pensamiento. Aguarda volverlo a ver en la mañana de cada martes, ansía el momento de tenerlo cerca y que la abrace, y que la bese.

Ella no lo dice, no se lo dice. Pues no sabe cómo, no está segura de su reacción, guarda para sus adentros tanto sentimiento honesto y puro.

Ella quiere enamorarlo, quiere que la quiera, quiere fugarse y terminar en su boca; Y el dilema continúa...

El amor es tan bello, cuando puede ser expresado sin vueltas, cuando es correspondido y verdadero. El amor nace de manera rápida y sin darse cuenta, muere de deseo por él.

Tiene ganas de escribirle, quiere que le escriba, ser conquistada por su ternura, y que la pierda en sus brazos. Tiene ganas de algo lindo, basado en dulzura.

Pues el dilema continúa, porque no se ha animado a decirlo, porque el tiempo de conocerse es tan poco, que es absurdo; ¿es posible amarlo? ¿Qué tan delgada es la línea entre gustar y estar enamorado?

No se oyen respuestas, y el dilema continúa...