Nadie sepa la verdad.
Aunque se escruten los ojos
con millares de microscopios.
O se anuden al cuello, corbatas
y sombrías numeraciones, etiquetas.
Nadie sepa la verdad. En aquel estío
aún bajaban por los ríos, los reptiles
acribillados de agujeros.
Contrariándose, los muslos buscaban
su apetito: están solos en las sendas
del desperdicio.
Nadie sepa la verdad, hasta que
los crucigramas y los números,
las letras y los olvidos, se acumulen
en mi memoria-.
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