Entre esta gran soledad,
nostalgia, melancolía,
al pensar que tú eras mía,
veo que eres mi verdad;
fuiste mi felicidad,
me llenaste de alegría
eras calma y armonía
mi única realidad;
eras lo más limpio y puro,
ese inefable fulgor,
esa dicha que, aseguro,
era en esencia el amor:
eras el fruto maduro,
que creció en mi corazón...