Quemar las naves.
Aventar las cenizas
de un pasado efímero.
Asentar las bases
de un futuro en ciernes.
Son acciones inservibles
que la tierra recoge
en su pardo manto
y que el mar descubre
cada día
en los ciclos imperturbables
de la bajamar,
mientras los jinetes del Apocalipsis
descansan sobre sus monturas.