Siento un negro cansancio
que me corroe el alma
que me apaga el deseo,
que me cierra las puertas;
es un cansancio fiero
que se enrosca en mi cuello
que se engarza en mi frente
coronada de espinas,
que hiere mi costado
con sus lanzas de fuego
que me ata a su madero
y en él me crucifica.
Es un cansancio negro
que no repara, agota;
la herida desgarrada
que mana sangre y agua,
la pena desbocada
que clava sus espuelas,
la oscuridad sin nombre
que hiela la mirada,
la voz que dice ¡Basta!,
el último suspiro
la mano que se agarra
a un clavo al rojo vivo,
la danza vacilante
del púgil noqueado
que siente en su cabeza
el último tañido
el réquiem prematuro,
la tumba, el finiquito
los ecos del silencio
de un panteón vacío,
pero aún me quedan fuerzas
pero aún me queda aliento
y arrancaré de un golpe
las sábanas del lecho
levantaré cortinas
portones y persianas
¡que la alborada borre
las sombras de mis miedos!
me pegaré una ducha
de escarcha frio y hielo
y saltaré a la calle
como un león en celo
¡jamás el derrotismo
Anidará en mi pecho!