¡Hermoso animal!
Sal esta noche
a jugar entre la hierba, te lo pido,
sal y contempla la luna
con tus ojos, luminosos,
como luciérnagas
en el fondo de un pozo abierto.
Sal con tu maullido
parecido a una aguda ráfaga de viento
y acompaña el insomnio
de este poeta viejo, y luego,
con tus patas que adoro,
vuelve cautelosamente
a mi lado, pequeño,
vuelve para que mi mano
juegue sobre tu lomo
y contento des un salto
de la cama al ropero,
del ropero a la mesa,
de la mesa al librero
y caiga estrepitosamente
un mamotreto al suelo.
¡Hermoso animal!
Tu ronroneo
es una bella canción de cuna
invitándome al sueño.
Quiero verte siempre
dormir al pie de mi cama,
como espantándome a la muerte.
Ven y acurrúcate
en el hueco de esta noche
junto a mi cuerpo,
que tus bigotes acaricien
la orfandad sin fondo
de mi existencia vana,
y que una leve sonrisa en mi rostro
se asome anunciándome
tu inconfundible presencia
de constelación y sombra.
Tu silencio, pequeño amor,
rebota a veces en el eco de las cosas,
como el aire.