“Es Monteverde, la Madre Tierra
que une al espíritu con el universo.”
Se divisan entre los ramajes
de los viejos robles y cedros,
largos trazos verdes y rojos,
que se convierten en alas
de quetzales, aves fastuosas
que dan brillo, a un entorno
natural siempre misterioso.
Algunos congos se bambolean
saltando en las ramas de arbustos,
realizando simpáticas piruetas
sin importarles el inquieto revoloteo
de los colibríes, que en sus alas
van cargando el místico tiempo.
Es el bosque nuboso de la cintura
agraciada del continente americano,
adornada de orquídeas que muestran
flores blancas, púrpuras y amarillas.
Un paraíso tentador de hermosa flora,
montañas vestidas de blancos encajes
que despiertan un suspiro ancestral,
escuchado como un eco que se extiende
en las frondas de la espesura.
A lo lejos un águila se eleva y divisa
sobre la planicie, un cono perfecto,
el Volcán Arenal, reflejado en su lago,
en el ocaso de un día cualquiera.
Las estrellas en el firmamento titilan
y una tímida luna, anuncia la noche
bajo el murmullo de prístinas ocarinas
que salen del margen del riachuelo.
Es Monteverde, la Madre Tierra
de la maravillosa Costa Rica,
en su verdor se disipan las penas
y en su entraña florece el amor.