No han de ver ya mis labios tus palabras
ni escucharan mis ojos por tu voz,
trincheras espartanas son tus manos
pesado es el arcón de la altivez.
Cautivo el corazón de las entrañas
reflujo ignoto sin porqué.
Donde habita tu púbica inocencia
donde yace el rocío ya es albur
cuando tiembla infelíz cambiante espada
un pináculo de hierba huele a hedor
son las tumbas de cándidos rebaños
abatidos en blancos de estupor
llamados al descanso sin quererlo
y son lápidas tempranas por error.
Por intrépida ignorancia se agusanan
el naranja, el amarillo, el bermellón,
en el cáliz voraz ardiente bulle
este miasma sulfuroso en rebelión
y supura por los flancos pestilentes
la lasciva indiferencia del horror.
Se abaten inclementes los titanes
en impúdico connubio de ambición
por sus cuernos feroz la desmesura
abre vórtices procaces de dolor.
Azul fuego, rojo nieve, verde triste,
oro y plata se retuercen en crisol.
Es un pálido candil toda esperanza,
un utópico trabajo la oración
al pagano conjuro de su estirpe
no habrá dioses que perdonen su traición....