Hojas caídas
de robles y de hayedos
forman alfombras.
Su colorido
seduce y enamora
sin darte cuenta.
Vas con cuidado,
la pisas con cariño,
es como un sueño.
Y tienes miedo
que quiebre aquel hechizo
ante tus ojos.
También suspiras
y piensas en un rato
por la ribera.
¡Qué más quisieras
poder hacer presente
ese recuerdo!
Pero lo sueñas,
y evocas en tus versos
dándole vida.
Vuelves al bosque
y encuentras la figura
tan añorada.
Buscas sus labios,
sus ojos tan menudos,
su frágil cuerpo.
En un instante
le llenas de caricias
en un abrazo.
Luego susurras,
su nombre y un \"te quiero\"
mientras la besas.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/11/22