Llevo en mi semblante, ¡amor!,
el ramo de flores que te prometí,
mi querida Marquesa amante,
de promesas que juré junto a ti
Deambulando entre cipreses,
recios podios de la inmortalidad,
jabalinas de penetrantes evocaciones,
laceran helio aqueste estrato espectral
Cumulonimbos borrascosos, ascienden
sobre la tumba inerte y vacía, blanca;
indeformable estructura fantasmal
recuerda nuestro profundo amor, abisal.
Ya las marchitas flores de antaño
la imagen no volverán a entintar,
la misteriosa ansia agazapada
de aquella pasión exterminada
Fue lo que fuimos trasmutando
en aquel jardín del amor secreto,
y con mis parpados aún abiertos
estaré recitando, el Canto del arpista.