El taquero preguntó ¿y la guerita joven?
Y solo le basto ver el vacío de mi mirada para comprender que a partir de ahora solo me sentaría en la mesa para uno de este infierno llamado vida. El me miraba con ojos llorosos, cristalinos, con los que solo puede verte un taquero decepcionado; y no lo niego quería contarle sobre ti, pero era bastante mi sufrimiento, tanto que en un acto de envidia no tuve la amabilidad de compartirlo, y era eso, no volvería a compartir un taco como lo hice contigo, no volvería a compartir una vida como lo hice contigo.
Solo me sonrió, y dejándome un taco extra, marcó tu fin en esta taqueria.