Escuchaba la hojarasca crepitar,
Mientras tus labios dulces se deslizaban húmedos en mi ser.
Tus ojos curiosos paseaban atónitos ante la inmensidad del sentir:
Nos inmiscuíamos en mis zonas deseosas de ti
Y en las tuyas, tan apasionadas.
Con juegos que me saben a Dubonnet,
Agrios, dulces, desesperadamente majestuosos.
Esas ardientes formas humanas
Arrancaron a su paso todo vestigio de cordura y sensatez,
Ahora vagan en la quimera de la juventud,
Entrelazándose en fantasías incrédulas de amor.
Divino Mon Chou, artífice de odiseas,
Nauta de pomarrosas y náufrago de mis delirios;
Retorna a estos muslos macadamia,
Férvidos de ti.