Vivirme es habitar un sepulcro,
donde, día tras día, a veces río,
a veces lloro. Sepulcro o lodazal
infecto, tenue cascada de luz horizontal.
Vestigio -sucedáneo
de mí mismo, que ignoro
la quemadura del día con su antojo.
Vivirme es habitar un despojo.
Silencio máximo, que oculta tan sólo,
una calavera, cuyos ejes han perdido
la tensión. Vivir es siempre lo mismo-.
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