Me abandono en tu regazo, soñando
bajo la luz de las rutilantes estrellas;
es una noche mágica la que me regalas,
y atesoro el silencio que nos va enamorando...
Los acompasados latidos arrullan los segundos
en que me estoy mimetizando en tus pestañas;
invado tus rincones, sintiéndome la dueña
de los instantes en que te estoy amando…
Me alimento de ti, como el moribundo
que se aferra a la última gota de la peña;
y aprehendo ciegamente tus promesas
que me dan el hálito que me va reviviendo.
Así es como prefiero estar muriendo…
Ajustada a tu pétrea cintura
que se relaja con la ternura
que mis manos le van prodigando.