Nunca supe que me quiso
aunque yo la quise tanto
y el silencio fue un espanto
que impidió aquel paraíso.
Y su adiós tan de improviso
me produjo un cruel quebranto
y un profundo desencanto
pues llegó sin previo aviso.
Solo obtuve sus miradas,
coqueteos y sonrisas;
y en las noches estrelladas
el rumor de aquellas brisas
que decían extasiadas…
¡Ven abrázame sin prisas!