Elizabeth Maldonado Manzanero

Celeste

Estaba la noche seria y encubridora

a la misma hora y en el mismo cuarto menguante

serena y ardiente mi  piel cual mujer de lumbre

con colmillo por diente y fugitiva la cordura

Todo era novedad: el placer de tu savia en mi boca

yo bebiendo deseo cómo flor de desierto,

todo era novedad  tu mano estremecida y loba

palpando la arrogancia de mis piernas 

llevándome hacia  el occidente  de mi misma

con el aguijonazo de la flama bruñida por tu sol

mi templo y entraña se mezclo con tú embragues

tu experiencia de siglos y mi hambre  eterna

se enredadron como ceibas, nadie lo vio

eras la única presencia atiborrando los sentidos,

eras la unica masa entre mis brazos, sobre mi cuerpo

y como sombra  sobre mis pensamientos y sueños

la noche fue tu refugio, realmente no tenía posibilidad

lobil caperuza que se vio marcada por el equivoco

solo adquiri  de tu cuerpo la necesidad y la fama,

la desfortuna de ser la ilícita amante del río y de la luna.