Sueños del alma
que buscan cada día
la libertad.
Desde el silencio
que grita entre suspiros
venís a mí.
Y me abandono,
al viento y la galerna
de esos zarpazos.
Gritos del alma
que quiere, enfebrecida
ahora soñar.
Mirar el mundo
de los niños, sin odios,
viviendo en paz.
Pero esos sueños
son mundos imposibles
para los hombres.
Y es la inocencia
el hilo que separa
estas etapas.
Una, lejana,
perdida en una infancia
ya muy borrosa.
Otra, en presente,
regada por la envidia
con egoísmos.
¡Sueños del alma
os quiero y necesito,
¡venid a mí!
Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/22