Hugo Emilio Ocanto

*** Atrévete a volar *** - Cuento - - Autor: Kavanarudén - - Interpreta: Hugo Emilio Ocanto -

Alma pura que despliegas tus alas y vuelas alto, alto, muy alto sin temor a las alturas.

 

Planeas en un mundo dorado. Sobre ríos tortuosos. Por mares profundos y puros. Sobre montañas engalanadas con flores multicolores y de verdes variopintos y orgullosos.

Saltas al vacío, junto a las aguas blancas de cascadas gigantescas.

Acompañan su vuelo aves exóticas y multicolores.

Vuela, simplemente vuela, dejando su espíritu en plena libertad.

Ya no más sufrimientos, ya no más preocupaciones, ya no más dolores que atraviesen tu noble, probado y tierno corazón.

 

Nació y creció creyendo en el amor verdadero, altruista, aunque si sus experiencias le mostraron lo contrario.

 

Desde su más tierna infancia le inculcaron que lo importante es el aparecer y no el ser. Que hay que cumplir patrones preestablecidos de conducta. Que la opinión de los demás es muy, muy importante y las apariencias van guardadas y cuidadas por encima de todo. Que el fin justifica los medios, sean éstos los que sean. Que este mundo es de los fuertes, no de los débiles y sensibles. Que ser diferente es simplemente una maldición, una discapacidad, en una sociedad machista donde “los hombres no lloran”.

 

Creyó en los sueños en un mundo demasiado real donde el soñador es un demente.

Confió y confía en el hombre, aunque en más de una ocasión esa confianza fue traicionada.

Se conmovía y conmueve ante el dolor ajeno, haciendo hasta lo imposible por aliviarlo.

Llora con quien llora, ríe con quien ríe e infunde confianza, ayudando a descubrir las capacidades y talentos de los otros.

Entregó su vida al servicio de los demás, olvidándote de si mismo, de sus necesidades, de sus deseos más íntimos porque eran pecaminosos y se debe dar sin esperar recibir nada.

 

Un conflicto interior fue creciendo en su vida. ¿Seguir mintiendo, seguir aparentando y no ser? ¿Seguir viviendo en un mundo de seguridades pero que poco a poco marchitan su ser interno? ¿Es esa la voluntad de Dios? Recuerda la frase: “quien pone la mano en el arado y mira atrás…..”

Todo a su alrededor le dice: ¡Sigue tu vida así como hasta ahora, no te arriesgues!, ¡Es una locura dejarlo todo y comenzar de cero!, ¡Mira que no eres un joven!, ¡Irás directo al fracaso!, ¡Piensa en tus padres ancianos el disgusto que le darás! Pensamientos que se cabalgaban en su mente. En el fondo el conflicto del “aparentar y el ser”.

 

Días en que el horizonte es claro, otros en los que se nubla.

Discierne, escruta los tiempos, examina su corazón, escucha la voz del viento y otras voces.

 

Caminando un vez sin rumbo, entró en una iglesia estilo románico. Aquella piedra caleña desnuda siempre le había impresionado, sus tonos amarillentos y naranjados con vetas incluso rojizas, una arenisca sangrante, como sentía sangrante su interior.

Paredes y columnas desnudas, amplio espacio, ábsides semicirculares. Lo esencial. Ese templo que refleja su alma. Esa alma que busca lo esencial, solo lo esencial.

Mira al crucifijo. Por un momento no dice nada, solo observa, mientras sus lágrimas se asoman abundantes. La voz del silencio se hace presente, profunda, envolvente, elocuente. Le vienen a su mente las palabras del salmo 130 y las dice muy despacio, saboreando, sintiendo, expresando profundamente cada palabra: “Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre”.

Solo quiero ser, mi Señor. Solo quiero cumplir tu voluntad en mi. Tu voluntad Señor es que sea feliz, que dé un toque personal y único a todo lo que me rodea. Estoy cansado de mentir, solo quiero ser. Te amo y lo sabes. Eres mi padre….

 

La penumbra de aquel templo lo envuelve, acariciando su alma y besando tiernamente su frente cansada. Siente conforto, se siente escuchado, se siente solevado. Una cosa clara: “Ser”. Vivir. Dar ese toque personal a su vida que solo él tiene el poder de dar. Amar profundamente y dar desde su pobreza.

 

Desplegó sus alas y voló, voló alto, sin temor alguno y a otros ayudó a que desplegaran también sus alas y volaran al infinito.

Se convenció aún más de que la vida es corta y se puede vivir en plenitud.

Que lo esencial es lo que vale la pena en la vida, que lo efímero te puede dar satisfacción, pero te deja un vacío hondo dentro.

Que su peor enemigo podía ser él mismo y sus temores infundados.

Que solo cosecha quien se arriesga a sembrar.

Que el camino del éxito está plagado de fracasos.

Que la constancia y la tenacidad son virtudes que se alimentan de la confianza. Confianza en si mismo que es el reflejo de la confianza en Dios.

 

Vuela, despliega sus alas y vuela....

 

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