Ayer trate de matarme, palabras bruscas que declamo mi boca, sinónimo de mi última poesía, fantasee el homicidio de mi persona que no es nisiquiera mía, y suspiré.
Y en un grito sollozante le dije me quiero morir, porque no hay tal placer más grande en la vida que el perecer en mis manos con cortes transversales, le dije lo intente, lo juro sobre mi nombre ajeno a mis expectativas, a mis sueños, a mi vida, que lo intente.
Le conté que de mi madre herede el nombre y de mi padre el apellido, pero a pesar de que exista pan en mi mesa en mi corazón no siento ningún alivio.
No suelo hablar sobre mis pensamientos de suicidio, pero me pesaba el alma, sentí morir mi corazón en esos pronunciados latidos, le dije, mi mente dice hazlo, pero mi amor dice que no.
Así que busco alguna esperanza de vida, alguna solución que calle a estás mentes voraces que destrozan todo lo que pienso, busco mentes que escuchen lo que mis manos tiemblan, porque tierra soy, tierra seré después de esta tarde y en cada atardecer.