Muy triste y desconsolada
vivía en aquel encierro.
Y aquella alma acongojada
decía: ¡cómo me aferro
a esta vida desolada
sintiendo dolor, destierro,
de la flor que desalmada
nunca, nunca yo sotierro!
¿Cuántos cargan un vacío
con sabor a eternidad;
cuántos días, amor mío,
guardaré la cruel verdad,
que sin ti yo siento frío
envuelto en la soledad?