Digno de tu amor no soy
Mucho menos de tu gracia
Pero a tus moradas sé que voy
Señor, lo sé desde mi infancia.
Hablas tú en la soledad
Al hombre triste y caído
Lástima tu corazón la infidelidad
Tu muerte Señor, tubo sentido.
Oh mi Dios eterno
Me cautivas, me seduces
Como corrientes en invierno
Que sabiamente al mar conduces.
La naturaleza habla en silencio,
De tus grandes maravillas
Es tu mano creadora la que aprecio
Recogiendo el fruto de mis gavillas.
Bendice alma mía a tu Dios,
Único arquitecto de mi destino
Embriágate alma mía con su vino
Porque hoy de su amor tomamos los dos.
Ángel R. Anaya Todos los derechos reservados a su autor. Código de registro No. 92022840027