Qué lentas son las horas cuando sólo se ve pasar, el tiempo minuto a minuto sin anhelos... Sin suspirar.
La marcha tan moribunda, circunda y enluta, pero penosamente ya no puedo llorar.
Porque fueron tantas las veces mi vida, que lloré por tu falta, tanto el asedio... Asesino de deseos...
Que ya no queda lágrima que mitigue este final, ni esperanza que apacigüe éste penar.
Sólo me queda, ésta herida abierta, canciones que te recuerdan y una mirada triste a punto de apagar.