No cederé ni un pedazo de mi pago,
no a tus manos, criminales con mi vida,
porque esta patria mía que tanto amo
amanece como lámpara encendida
en las manos del obrero en su trabajo.
Y puesto que amanece también mi patria
en el campo abandonado y las montañas,
en el vuelo certero de los pájaros,
no cederán en mi pluma las palabras
su dignidad, por una oscura medalla.
Antes morirme en soledad y con hambre,
dejar mis arterias sin su sangre y rotas,
que ver tristemente hundidas mis rodillas
en el burdo fango de las ceremonias.