Matias 01

Que ganas…

Que ganas de soltar un llanto triste -tristísimo-

ahora que la tarde se levanta lúgubre

y me despierta el deseo de morir;

Que ganas de atravesar el espejo que muestra

una galería de rostros,

los perdidos, lo más querido de mi ayer;

 

Nada es para siempre -Amor- lo sabíamos

y no nos dimos cuenta

hasta que lo tuvimos en las narices

a la odiosa muerte.

Alguien decidió nuestras dos muertes.

A alguien se le ocurrió que ya estaba bien,

que ya era suficiente tanto amor,

tantas cosas juntas.

¡Tanta comunión debía acabar…!

 

Alguien horneó mi pan a frío lento,

en soledad oscura con un cerillo;

Además, aplastó mi dedo contra la puerta

en silencio duro y contenido,

y todo ese vacío que le hace a uno prisionero

del aire cuando se ladea la cuerda…

Quien te hace la vida, así, muy despacio

aclimatado al dolor,

a las malas causas, al negro y cadavérico café,

con sus avispas y todos sus desaires…

 

¡Oh, la curva del hombre! De tanto pensar,

en su terco seguir y su ingrato querer,

con las dudas al filo de su tiniebla,

pensando que volverá su dicha…

¡Ah termómetro del frío! Linterna sin pupila

que va alumbrando los aciagos pasos, los sin huellas,

los hondos caminos, los inevitables rezos

en esta noche que parece bostezar

la boca del destino.