No volteo más a los espejos
me conozco tanto
que no importa hacerlo,
sé que soy pergamino
contraído y hueco,
sin interior saturado
de incendios brillosos,
o de arterias floridas,
o de cristalinas piedras
volando desde nubes grises.
No, ya no veo mi rostro
porque causa celo,
porque causa angustia,
porque causa miedo,
porque causa pena,
porque causa todo,
aunque nada cause.
No volteo más
porque pasa el tiempo
y se roba esencia
de mi piel selecta,
de mi esencia muerta,
no volteo más hacia esas cosas
porque no hay espacio
para mi semblante
ni para mi imagen.
Ya no le hallo caso
a voltear la vista
cuando tiento el rostro
y hallo más arrugas
y hallo menos tiempo.