Pregonas potentemente que me amas, más sin embargo te escurres como el agua que se evapora al caer la tarde.
Proclamas que sin mí la vida expiraría, avante emerges como invisible fantasma masticando el deseo de poseerme.
No comprendo, porqué la noche es tan fría cuando se carece de compañía,
y en la espera el alma se arruga como la mustia hoja que marchita se dobla ante tanta ironía.
No concibo, por qué la angustia hace escala en el alma mía,
y como mordaz reptil se clava en mi pecho, duele.
Lacera recordar aquel ayer en que sobre la nevisca y de la mano juramos nunca dejar de amarnos.
Hogaño asomas nuevamente tu rostro sonriente, Más hoy confieso.
Persisten y rondan los sueños en el suspiro del alma, siguen llorando mis ojos cuando tu boca me llama.
Y estás ahí silencioso, esperando el momento para descargar tu vileza, ahora paga tu culpa, ¡caprichoso!
Y cuando tu noche me llame no llores mi ausencia, serán puñales que arranquen de ti la conciencia.
Autora: Ma Gloria Carreón Zapata.